En este mes de noviembre, celebramos en EE. UU. el Día de Acción de Gracias. Una fecha especial para reunirnos en familia y reconocer el poder de la gratitud como una fuerza que une y transforma, que puede abrir puertas, sanar heridas y traer paz a nuestro corazón. Sin embargo, en mi experiencia, expresar agradecimiento es solo una parte de un camino mucho más complejo hacia el bienestar y la sanación. Hoy quiero invitarte a reflexionar conmigo sobre esos momentos en los que la gratitud, aunque importante, no es suficiente por sí sola.
A lo largo de mi vida he experimentado pérdidas significativas: relaciones rotas, la partida definitiva de personas amadas, el cambio de mi nombre de pila, el cierre de empresas, la pérdida de una gran suma de dinero, en fin, momentos donde el suelo parecía ir desplomándose bajo mis pies.
Estos golpes, que parecían detener mi respiración, me enseñaron que, aunque la gratitud puede ser un bálsamo, no siempre alcanza para sostenernos en la caída. La gratitud es poderosa, pero necesita nutrirse de algo más para ser un pilar en nuestra transformación.
Cada proceso de sanación que he vivido y también he acompañado a vivir, me ha dejado claro que el hecho de agradecer no debe ser un escudo para cubrir el dolor, sino una ventana que nos permita mirar más allá de él. Y ese “más allá” requiere profundidad, honestidad y acción. A través de todas estas lecciones, he descubierto una verdad fundamental: aunque la gratitud es un pilar importante en la vida, no siempre es suficiente para sanar, para transformar, ni para alcanzar un bienestar genuino.
Por esto te comparto una reflexión sobre lo que he aprendido en este camino, en el que ser agradecida, no ha sido la única respuesta (aunque sí es un valor primordial).
Más allá del mito: la gratitud como punto de partida, no como solución
Nos enseñan que debemos estar agradecidos por todo, como si eso pudiera borrar el dolor o llenar nuestros vacíos. Pero ¿qué ocurre cuando la gratitud no disipa la tristeza ni desvanece la aflicción? ¿Qué pasa cuando, al cerrar los ojos para agradecer, aún sentimos el peso de la pérdida en el pecho?
En mis noches más oscuras, descubrí que la gratitud es apenas un inicio. Nos permite reconocer lo que ha sido, pero no siempre ilumina lo que viene. Ser agradecidos no nos exime de la rabia, del miedo, ni de la pena. De hecho, uno de los actos de amor propio más poderosos que podemos realizar es permitirnos sentir esas emociones sin culpa. La verdadera sanación no se da en la negación, sino en la aceptación completa de lo que sentimos, incluso cuando esas emociones nos asustan o parecen contradecir la idea de “ser agradecidos.”
Para poder sanar realmente, debemos abrir el espacio a cada emoción que surge. La gratitud, en su forma más pura, nos ayuda a ver la belleza de lo que fue, pero también nos invita a aceptar la imperfección de nuestras emociones y el derecho a sentirnos incompletos, rotos, enojados o vulnerables. La verdadera transformación viene de honrar cada sentimiento, permitiendo que cada uno de ellos nos hable.
Gratitud y Acción: El poder de movernos, aunque duela
Si lo sé, agradecer es hermoso, pero hay momentos en que solo agradecer no basta para cambiar nuestra vida. ¿De qué sirve agradecer si no somos capaces de levantarnos porque no tenemos la fuerza para hacerlo, la voluntad de construir algo nuevo, de avanzar porque sentimos el peso de la pérdida aún con nosotros? Por experiencia puedo confiarte que la gratitud sin acción puede llevarnos a un letargo disfrazado de paz.
Tomar acción es un acto de valentía, especialmente cuando todo lo que queremos es refugiarnos en los recuerdos o en la seguridad de lo conocido. He acompañado a personas que, tras una pérdida, sienten que agradecer por lo vivido es suficiente, pero el dolor sigue latente. Es ahí donde descubrimos juntos que el agradecimiento puede y debe coexistir con la acción: con la decisión de reconstruirse, de lanzarse a algo nuevo, incluso si no sabemos lo que vendrá.
La gratitud sin movimiento es solo un eco. El verdadero cambio ocurre cuando, en medio de eso que reconocemos también nos atrevemos a romper patrones, a despedirnos de lo que ya no es, y a crear algo distinto. La acción, aunque duela, se convierte en un vehículo para la sanación, mientras que la gratitud, en lugar de ser una respuesta final, se convierte en el acompañante que nos ayuda a mirar hacia adelante.
No por ser agradecido tienes que resignarte con lo que hay
La gratitud, mal entendida, puede ser una excusa para aceptar lo que no nos hace bien. En momentos difíciles, es fácil escuchar frases como “agradece lo que tienes”, “podría ser peor”, o “sé feliz con lo que hay”. Estos enunciados, aunque parecen inofensivos, pueden convertirse en una prisión emocional donde podemos sentirnos obligados a conformarnos, a aceptar relaciones tóxicas o situaciones injustas, y a silenciar nuestra voz interna.
Por eso te invito a que no veas el ser agradecido como un sinónimo de resignación. Al contrario, ser agradecidos por lo que tenemos también implica reconocer lo que necesitamos y lo que no estamos dispuestos a aceptar. La gratitud verdadera nos impulsa a cuidar de nosotros mismos, a decir “no” cuando es necesario, y a poner límites sanos que nos protejan.
A veces, el acto más agradecido que podemos hacer es alejarnos de aquello que nos daña, aunque la sociedad nos diga que deberíamos estar conformes. La gratitud real no nos amarra, sino que nos libera y nos permite construir un entorno donde nuestro bienestar sea una prioridad. No significa quedarse en un lugar que no nutre el alma, sino tener el coraje de buscar eso que sí lo hará.
Es el punto de partida, no el único recurso
La vida nos pide que seamos íntegros, que enfrentemos las sombras con valentía, que abracemos la vulnerabilidad y que nos movamos hacia lo desconocido. La gratitud puede ser el punto de partida, la chispa que enciende la llama, pero no es el destino final. Para vivir plenamente, necesitamos algo más: honestidad con nuestras emociones, acción que nos libere, y el coraje de alejarnos de lo que no nos conviene. Solo así, en esa integridad emocional, podemos encontrar el equilibrio que nos permita seguir adelante. Sanar implica acción, implica moverse, soltar, crear nuevos caminos desde las cenizas de lo que fuimos. Si estás en ese punto en el que sientes que la gratitud no basta, permítete buscar un apoyo que te sostenga y te inspire.
He creado un recurso valioso que puede ser una guía en este proceso: mi ebook “El Camino del Duelo”, una guía para comprender lo incomprensible, un espacio para explorar el dolor y encontrar luz en medio de la pérdida, y mi libro “De las Cenizas al Amor”, donde comparto las lecciones de una vida marcada por la resiliencia y la renovación.
Permítete dar el siguiente paso, ya sea explorando estos recursos, meditando junto a mi: Meditación de Gratitud o conectando con tu red de apoyo. Porque mereces una vida plena, auténtica y libre, donde la gratitud sea una compañera, no una prisión.
¡Te animo a que transformes tu gratitud en acción, y que tu acción sea el motor para vivir una vida que verdaderamente te honre y te brinde total plenitud!